Mucho se ha hablado de Unravel. Este pequeño indie adoptado por Electronic Arts y creado por Coldwood, no tiene más pretensiones que las de llegar a nuestro corazón mediante un protagonista adorable que reúne los recuerdos de una serie de vivencias familiares. Una propuesta preciosa lastrada enormemente por su mecánica.
Unravel es precioso, es un juego cuyo primer mensaje es un texto de agradecimiento al jugador por parte del equipo de desarrollo. Podemos entenderlo como el trozo de hilo rojo que une al jugador con el juego, y el resto de Unravel es el camino que la desarrolladora Coldwood quiere que sigamos.
Y ese camino muestra una estética preciosista, un apartado sonoro digno de elogio y una historia profunda, focalizada en el devenir de una familia a lo largo de los años. Por contra, Unravel falla en la ejecución de hacernos sentir.
Porque Unravel está hecho con el corazón (la propia desarrolladora lo dice: “decidimos hablar con el corazón en la mano. Entonces nació Unravel”) y es precisamente donde más le cuesta llegar. Unravel es una aventura 2D donde un muñeco de lana llamado Yarni recorre una serie de niveles que vienen a ser escenarios donde una familia anónima ha vivido ciertas situaciones, que los ha definido como grupo.
Estos escenarios van desde un jardín hasta un cementerio, y Yarni debe recorrerlos ayudándose de sus escasas habilidades manejando su propio hilo. Habrá situaciones obvias y otras no tanto, donde debemos estrujarnos la cabeza y probar alternativas hasta acertar, y será entonces cuando avancemos y descubramos las vivencias familiares.
Estas vivencias se representan con personas difumindadas, a modo de recuerdos, siendo el objetivo del juego recuperarlos todos y llenar un álbum familiar. Este álbum recopila la historia que previamente vas viendo a medida que avanzas. A priori, Unravel tiene todos los ingredientes para ser un juego profundo, pero falla totalmente en su ejecución durante el paso de las 6-8 horas que dura, llegando a generar una sensación de repetición que dificulta enormemente la inmersión en una atmósfera bonita y a ratos estremecedora.
Las posibilidades jugables de Unravel pasan por el uso que se le da al hilo, con lo que podremos engancharnos a diversos agarres, colgarnos para pasar ciertas zonas, crear puentes que a su vez servirán para impulsarnos, y ya. No hay más. Con ese escaso arsenal de habilidades, Yarni debe recorrer una serie de mundos plasmados en fotografías que recuerdan a otros tiempos. Mediante desplazamiento lateral, Yarni debe sortear obstáculos y tratar de evitar enemigos tales como cangrejos o un hamster rabioso. Y digo evitar porque Yarni carece totalmente de capacidad ofensiva, debiendo valerse del entorno para avanzar.
El problema de Unravel es que en ningún momento logra conectarnos con la historia. La sensación que genera cada fase de Unravel es de haber vivido exactamente lo mismo que en la anterior, ya que nada cambia. No hay más posibilidades jugables que las que el hilo ofrece, y los recuerdos no dejan de ser meras estatuas difuminadas, sin importancia ninguna. Incluso la historia plasmada en el álbum es escasa en contenido y no ayuda a imaginar ni a hacernos una idea de sus miembros. Y eso, en un juego cuyo atractivo principal es la inmersión en la historia, es bastante decepcionante.
Salvando ese punto, Unravel es un juego cuidado hasta el extremo. Gráficamente es claro, bonito, llegando al fotorrealismo y con un juego de luces espectacular. El apartado sonoro está compuesto por una serie de melodías preciosas, y aptas para cada situación.
El viaje de Yarni es solo de ida, sin estar planteado para la repetición. Las situaciones que vivimos son bastante parecidas, mezclando zonas de habilidad plataformera, con puzzles de mayor o menor dificultad y pequeñas secciones donde manejaremos algún vehículo en cortos viajes hechos más para el deleite visual que para el control. Una vez que acabamos la historia, el único atractivo que le queda a Unravel es el de recopilación de coleccionables y consecución de logros, haciendo que la aventura dure un par de horas más si estamos empeñados.
En conclusión, Unravel nos mete en un viaje en el que trata de conectar jugador y juego, pero su mecánica y su falta de variedad hacen que los sentimientos que nos pueda llegar a generar, queden eclipsados por una constante sensación de reiteración. Si podemos dejar de lado eso, la aventura de Yarni es simplemente preciosa, gráficamente espectacular y con un apartado sonoro brillante. Una buen intento de hacer un juego con el corazón, algo que es de agradecer en los tiempos que corren.